Julie Brownlie y Frances Shaw realizaron el estudio "Empathy Rituals: Small Conversations about Emotional Distress on Twitter" entre 2015 y 2016 que, finalmente, fue publicado en la revista Sociology (editorial SAGE) en 2019. El estudio en cuestión toma como marco de referencia el trabajo de Erving Goffman para analizar la angustia de los usuarios de Twitter y la empatía subyacente en los intercambios cotidianos de tweets. Los autores creen que la temática aborda es relevante, pues analizar la expresión colectiva de la empatía y la angustia permite extraer patrones de conducta e identificar cuadros potenciales de ansiedad o depresión. La peculiaridad de este estudio es que no se centra en el análisis de hashtags populares, sino que lo hace sobre conversaciones públicas de menor repercusión y dimensión.
Los autores realizan una revisión de la literatura sobre el estudio de las emociones en Twitter y el uso clínico de los patrones sociológicos extraídos a partir del "big data" de las redes sociales. Ello constituye un marco teórico que posibilita comprender el impacto interdisciplinar de este estudio, pues a parte de ser un estudio sociológico se le intuyen aplicaciones para la Psicología o la Psiquiatría.
La metodología utilizada en el estudio responde a un proceso iterativo en el que: (1) se identificaron y recopilaron tweets que sugerían angustia, desesperanza o desesperación por parte del usuario o la usuaria; (2) se recuperaron las conversaciones (respuestas y respuestas de las respuestas) de aquellos tweets que obtuvieron al menos una respuestas, ascendiendo a un total de 15846 tweets; (3) se realizó un cribado de los tweets identificados, eliminando aquellos que fueron escritos en inglés y que no guardaban relación con la temática objeto de estudio; y (4) los tweets fueron codificados y analizados a través del software Nvivo.
Los principales obtenidos en el estudio apuntan a que no existen unas normas sociales claras sobre qué se puede compartir, dónde y con quién. Ello implica una gestión y atención pobre de la angustia emocional demostrada por los usuarios. No obstante, las redes sociales permiten a los usuarios compartir su angustia emocional sin pensar en su identidad, pues esta puede ocultarse con facilidad a través pseudónimos, e igualmente los amigos no sienten el compromiso que generaría una atención privada de la angustia emocional.
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